miércoles, 15 de febrero de 2017

Dos especies amenazadas en tierras margosas

En el mes de enero, si el otoño ha sido lluvioso, las laderas de los 'badlands' de algunas zonas de Murcia se tapizan con multitud de hojitas verde

ADRIÁN RUIZ ROCAMORA
ASOCIACIÓN ABANILLA CULTURA Y NATURALEZA (ACUNA)

    En el mes de enero, si el otoño ha sido lluvioso, las laderas de los 'badlands' de algunas zonas de Murcia se tapizan con multitud de hojitas verdes. Esta explosión de vida se debe a la germinación del collejón de los Garres ('Moricandia moricandioides subsp. pseudofoetida'), un collejón similar al que aparece en los cultivos ('Moricandia arvensis'), pero adaptado a los terrenos margosos y endémico de la Región de Murcia. Su nombre alude a la pedanía murciana de Los Garres, lugar donde se descubrió por primera vez. Posteriormente, se ha localizado en otras zonas margosas de Murcia como Abanilla. Dadas su escasez y singularidad, la planta se encuentra protegida en el ámbito de la Región, en la categoría de Vulnerable (Decreto 50/2003).

Hembra de camachuelo trompetero come semillas de collejón de los Garres. / A. R.
     En el mes de febrero, el collejón de los Garres comienza a florecer, dando lugar en marzo a un número variable de frutos, dependiendo del tamaño de la planta. Estos frutos finos y alargados reciben el nombre de silicuas y albergan en su interior numerosas semillas de pequeño tamaño.

    Mientras esto ocurre, en los 'badlands' de Abanilla, el camachuelo trompetero se viste de gala y adquiere, conforme los días se alargan, un color cada vez más rojizo, hasta llegar a parecer un ave exótica. Emitiendo su característico sonido, que recuerda a una trompetilla de juguete, recorre las laderas margosas para alimentarse de las silicuas de los collejones. Al mismo tiempo que sobrevuela estas frágiles tierras, busca donde ubicar su nido, que construirá en el suelo, al amparo de algún matorral o en alguna grieta del terreno, lugares muy accesibles para los depredadores.

    Como buen abanillero y habitante del desierto, no desaprovecha las plantas que están a su disposición, pues la que no es alimento ofrece material para construir el nido, incluso algunas especies ambas cosas, como es el caso del esparto ('Stipa tenacissima'). De esta conocida planta obtiene alimento de sus semillas, protección al ubicar los nidos en su base y material para construirlo. Ya bien entrado el mes de abril, los grupos familiares de camachuelos trompeteros se posan en las tiernas espigas del esparto para alimentarse de sus semillas. Si el camachuelo trompetero hubiera aparecido en la zona cuando la industria del esparto estaba en todo lo suyo, no hubiera encontrado tanto alimento y lugares de reproducción como hoy día, pues en aquella época el esparto era fuertemente manejado: se arrancaban sus hojas para la confección de capachos y las espigas para que no 'le quitaran fuerza' a la planta.

    Además de estas dos plantas, se ha comprobado que el camachuelo se alimenta de otras 17 especies vegetales, con lo que se garantiza el alimento prácticamente todo el año. En otoño y principios de invierno, la disponibilidad de alimento es menor que en otras épocas, pero la naturaleza es sabia y siempre hay alguna especie que rompe los esquemas, con lógica claro. Este es el caso de algunas plantas pertenecientes a la familia de las quenopodiáceas (acelgas, salados, salicornios, etc.), que florecen en verano y fructifican en otoño e invierno. Una especie de esta familia, típica de zonas margosas, es 'Anabasis articulata', de cuyos frutos también se alimenta el camachuelo.

    En resumen, esta es la relación entre varias especies emblemáticas de zonas áridas, lugares muy frágiles, en ocasiones mal valorados, pero con una gran biodiversidad que tenemos que conocer y conservar. Y no olvidemos que el camachuelo trompetero no está aquí de paso, parece que ha venido para quedarse entre nosotros y, como indican algunos científicos, puede que sea una señal del cambio climático.

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